En el día de ayer, en el acto programado por el Colegio de Médicos en el aula magna de la Universidad Nacional de
Catamarca, fui distinguido con el

PREMIO SALOMÓN LEVI A LA TRAYECTORIA EN MEDICINA, y deseo compartirlo con ustedes, mis amigos.
En primer lugar quiero destacar la actitud de las autoridades del Colegio de Médicos, que además de modernizar, dando una nueva dinámica al organismo, instituye para los colegiados, en conmemoración del Día del Médico, una serie de reconocimientos y premios al esfuerzo, al estudio y perfeccionamiento, a la dedicación profesional, la permanencia, la excelencia, los logros académicos, las realizaciones comunitarias, etc., cuyos beneficiarios finales son los pacientes, o, más propiamente, padecientes.
En estos tiempos casi apocalípticos que estamos transitando, donde las virtudes y los valores son considerados meros abalorios, y quienes los cultivan, muchas veces motivo y blanco de sornas. En que se desprestigia al mérito y se bastardea la excelencia, dando razón y dolorosa actualidad a ese tratado de filosofía popular de Discépolo, cuando el poeta dice “…lo mismo un burro que un gran profesor…”, haber tomado esta posta de destacar y gratificar, en una justa anagnórisis, a sus asociados, es digna de elogios y admiración. Además, la premiación honorífica a la dedicación y los logros profesionales, amén de un reconocimiento a los destacados, sirve como estímulo para la superación de las generaciones que vienen por detrás.
Siempre, en la historia de la civilización, se han resaltado el valor y el mérito. Los egipcios, la cultura más avanzada de la antigüedad premiaba a sus militares destacados con “El oro del valor” y un reconocimiento conocido como “El mejor de diez mil”. Sus médicos, arquitectos y escribas, que llegaban a serlo después de largos años de exigentes estudios, increíblemente avanzados para su tiempo, gozaban de un lugar destacado en la organización social y mejores condiciones de vida.
Los premios y castigos existen desde el origen de los tiempos y se replican en innumerables capítulos y versículos de las Sagradas Escrituras, y en todas las religiones y culturas.
Así que haber retomado la sana costumbre de destacar las conductas profesionales que se creen meritorias, merece todos los aplausos.
En segundo lugar, quiero agradecerles la generosidad de haberme considerado uno de los merecedores del PREMIO SALOMÓN LEVI A LA TRAYECTORIA EN MEDICINA, al que acepto con humildad, pero orgulloso de haber sido uno de los elegidos, a días de cumplir 50 años de ejercicio profesional ininterrumpido.
He tenido la suerte de recibir otros premios importantes en mi vida, pero creo que éste es muy trascendente, porque lleva el nombre de mi distinguido amigo y colega quien dedicó su existencia, hasta sus últimos días, a la Ciencia Médica, que desempeñó con sapiencia, y solvencia profesional, moral y ética.
Y por haber sido elegido por mis propios colegas, quienes evaluaron mi extensa trayectoria profesional de medio siglo, habiendo realizado este año la última recertificación de mis títulos de Especialista en Cardiología y Medicina Legal, y continuando en actividad, por gracia de Dios, luchando por la vida. Muchas gracias a todos por su nobleza y benevolencia!!
Parafraseando al exquisito poeta Amado Nervo “…Cuando planté rosales coseché siempre rosas…”
Y nunca olvidemos lo que dijo el gran Gabo en su discurso al recibir el Premio Nobel de Literatura:
“Ni los diluvios ni las pestes, ni las hambrunas ni los cataclismos, ni siquiera las guerras eternas a través de los siglos y los siglos han conseguido reducir la ventaja tenaz de la vida sobre la muerte”.
Catamarca, 3 de diciembre de 2022, en mi 50tvo.
Día del Médico.
Dr. Jorge F. Chayep